En una obra pequeña pero muy amena, Karl Jaspers, cita al neoplatónico Plotino en un hermoso pasaje que enuncia lo siguiente:
“A menudo, cuando despierto del sopor del cuerpo para volver en mí, veo una maravillosa belleza: entonces creo con la mayor firmeza en mi pertenencia a un mundo más alto y mejor, obra enérgicamente en mí la más gloriosa de las vidas y me hago uno con la Divinidad”.
La vivencia mística de Plotino es ponderada por Jaspers para ilustrar su profundo concepto de lo Circunvalante. Para Jaspers, la relación habitual con que conceptualizamos el conocimiento es decir, la diada sujeto-objeto, en el fondo es una noción imposible, porque no puede uno escapar de ella a un supuesto exterior desde donde visualizarla en su conjunto. Pero precisamente esta imposibilidad, alude a una intuición del mundo como ámbito cerrado la cual- lógicamente- señala como exterior a una cierta enigmática región de la que no es posible referir nada y a la que solo es posible acercarse por medio de lo que trasciende el logos, es decir, el sentimiento, la sabiduría, la fe y el arte. Tal dimensión inefable, que nos supera por completo, es para el maestro Jaspers, lo Circunvalante.
Y es el arte, precisamente, por ejemplo en el exquisito estilo del barroco Giovanni Battista Gaulli, mejor conocido como Baciccio, el que nos acerca sensiblemente, a lo que Plotino trata de hacernos pensar, y Jaspers comprender: una vía para experimentar la infinitud de lo Circunvalante.
Por ejemplo, en el fresco de Baciccio, titulado “Adoración del nombre de Jesús”, hay fastuosa escena en la que ángeles y bienaventurados levitan grácilmente, entre una lluvia de brillos etéreos, rodeando en una dinámica espiral, a la Santísima Trinidad.
En todo este despliegue de detalles, acaso Baciccio hubiese intentado plasmar al Cielo entero por obra de su arte, para limitarlo; y así- en un admirable sacrificio-, aludir a aquello que está más allá de su afán expresivo: el silencio de lo Circunvalante, la esencia inasible y milagrosa del mundo. Esta última, acaso Baciccio la pudo tocar y sentir en arrobos sublimes, pero solo a costa de extenuar su arte, en una ofrenda tan hermosa como la que hace una estrella nova en honor del Universo que la rodea.
Tanto Jaspers con sus hondas reflexiones, como Baciccio con su manifestación pictórica hecha de luz-poesía, son pasajes hermosos de lo que Jaspers denominó como la escritura cifrada del ser: la manera como el Cielo se recuerda en nosotros, en nuestras expresiones hechas Cielo y mundo, en una contemplación eterna de sí.
Enlaces relacionados con este tema:
No hay comentarios:
Publicar un comentario