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miércoles, 21 de mayo de 2014

Sobre la felicidad

De acuerdo a Aristóteles, cada una de las acciones humanas se orienta hacia un objetivo determinado. Y todos objetivos tienden a una meta última: la máxima felicidad. Todos los elementos del mundo se orientan hacia el fin que les corresponde y lo consiguen desarrollando el rol que les es propio. Las personas consiguen ser felices poniendo en actividad la facultad que más las define: la razón. Por medio de la vida intelectual los seres humanos consiguen la felicidad. Y es que el conocimiento, nos proporciona el más grande de los placeres. Quizás no exista un mayor motivo de felicidad, que la sensación de comprender un fenómeno de la realidad.


Lo anterior corresponde a una perspectiva de la felicidad desde un enfoque intelectual. Pero la felicidad también tiene que ver con el placer físico. Este último es indispensable para desenvolvernos convenientemente en el mundo. Sin embargo, esto no quiere decir que las personas deban entregarse a los placeres del cuerpo de manera irreflexiva. Los placeres físicos, orientados por la razón, son condición necesaria para conseguir la felicidad humana. En contraparte, ciertas religiones censuran el placer, para darle preponderancia al dolor y el sufrimiento, elementos que, aunque amargos, de acuerdo a estas cosmovisiones, son vivencias redentoras que nos abren la posibilidad de recompensas ultraterrenas.

Otra visión de la felicidad es la que nos presentan los pesimistas. Para ellos ser felices solo es factible en un estado cercano a la no existencia. Antes de nacer o tras morir no hay dolor ni sufrimiento, por lo tanto, la existencia y el dolor se encuentran estrechamente asociados. Por ello, si no se existe, no se es consciente de que tal ausencia de dolor, es una forma de felicidad. Por ello, para los pensadores pesimistas, la felicidad tal vez solo pueda ser pensada como el profundo anhelo de los seres humanos por no existir.

Una perspectiva más y completamente diferente de la felicidad es la que la expresa como una contemplación de lo divino. Las personas muy religiosas aspiran a una dicha absoluta, no la pasajera que les proporcionan los placeres físicos y las cosas del mundo. Para lograr la felicidad total, entonces, es necesario contemplar a Dios. Tal experiencia mística puede darse de dos modos diferentes: por medio de la meditación espiritual y alejándose de los placeres físicos y además, tras morir, en la existencia ultramundana.    

Por último, existe otra versión más acerca de la felicidad. En este caso se proyecta como el desarrollo cabal de las capacidades de una persona. Si se vive conforme a lo que se es, y se despliegan las posibilidades que se tienen física e interiormente, entonces la existencia se vivirá con plenitud. Y así, dentro de las normales limitaciones humanas, se puede alcanzar vida colmada de sentido.


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