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viernes, 6 de abril de 2012

El japonismo

El japonismo se refiere a la influencia del arte nipón en las creaciones de los artistas europeos, especialmente entre el Impresionismo y el Art Nouveau.




A partir de que Japón inició relaciones comerciales con Europa y Estados Unidos, numerosas muestras de arte nipón llegaron a las capitales más importantes de Occidente, sobre todo a París. En la Exposición Universal celebrada en 1867, la sección dedicada a Japón dio mucho de qué hablar, por el exotismo y calidad de las piezas allí reunidas. El arte japonés se comercializó desde entonces en importantes almacenes de Holanda, Inglaterra y Francia.

Un mundo nuevo

El público de aquel entonces se entusiasmó con los abanicos, porcelanas, kimonos, estampas y biombos decorados. Este japonismo apasionado influyó notablemente en las diversas manifestaciones artísticas, especialmente en la pintura. Los artistas del periodo entre el Impresionismo y el Art Nouveau dejan ver un atento estudio de las creaciones niponas.

No obstante, es preciso puntualizar que los creativos europeos que tomaron inspiración del arte japonés lo integraron a sus pinturas, pero modificado de acuerdo a sus medios. Lo que más les impactó fueron, por ejemplo, los biombos ornamentales, abanicos, tejidos, porcelanas y trabajos en laca. Los pintores europeos se abocaron al ensayo de esas perspectivas audaces, altos formatos, figuras de bordes recortados, la intimidad silenciosa de las representaciones “de género” y la belleza sutil de plantas y paisajes, estilizados hasta lo decorativo y rozando los lindes de lo abstracto.

Inspiración fructífera

Tal detalle de los altos formatos nipones se aprecia en las pinturas de Whistler, Vuillard y Bonnard y, posteriormente, llegaría a ser un factor estético notable en el cartelismo de los años ochenta del siglo XIX. Las figuras planas y simplificadas, características del arte japonés, se dejan ver en ciertas obras de Paul Gauguin, Toulouse-Lautrec y en Manet. Las grandes series de Claude Monet: la catedral de Ruán, los álamos, la Estación de Saint-Lazare, los almiares, etc.; que se definen por presentar a los objetos bajo diferentes variaciones de iluminación, están inspiradas directamente del arte de Katsuchika Hokusai y Utagawa Hiroshige.

Por otra parte, el famoso Vincent Van Gogh tuvo un singular apego por las estampas japonesas, hasta el punto de copiarlas al oleo, buscando asimilar así, el ritmo de su trazo y la armonía de aquellas grandes superficies cromáticas. Finalmente, el Art Nouveau y el Simbolismo no podrían haber tenido lugar sin la orientación que recibieron de los modelos nipones.

Para comprender este reconocimiento y apertura al arte de Japón, por parte de Occidente, hay que considerar el cambio de mentalidad ocurrido en el siglo XIX derivado del historicismo. De la misma manera, este paradigma adecuó las condiciones para la posterior aparición en el arte, del primitivismo y el naif.


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