Tras haber
relacionado la procedencia de la sabiduría con la del fenómeno de la
adivinación, se abordará el modo en el que el filósofo Giorgio Colli presenta a Heráclito como uno
de los sabios más relevantes de la
Grecia antigua. Y para llevarlo a cabo, de inicio, Colli refiere una antigua narración griega atribuida a Aristóteles,
acerca de la muerte de Homero, que
expone de buena manera el nexo vital entre sabiduría y enigma.[1]
Lo que más destaca el pensador italiano aquí es la diferencia entre la
banalidad del enigma y la consecuencia funesta de no haber podido ser resuelto.
Para los sabios, entonces, el enigma era un reto a muerte.
Y es que según
Colli, quien se aventuraba en los asuntos de la reflexión había de ser
imbatible en ese sentido: engañar y no ser engañado. Colli señala como en este
nivel es evidente que se ha difuminado cualquier resto de trasfondo religioso.
El enigma continúa siendo un fenómeno arriesgado, pero ahora su campo es
específicamente el del agonismo entre los hombres[2].
Además, el planteamiento del enigma lanzado a Homero parece bastante difuso,
pero es que, en efecto, el enigma es la enunciación acerca de algo no razonable
que aún de cualquier manera refiere a un objeto de la realidad, Los sabios,
adalides de la racionalidad, han de desenmarañar este nudo. Es por eso que para
Colli el enigma, ya dentro del agonismo de los sabios, debe ser expuesto de una
manera contradictoria.
Además, la anécdota sobre la muerte de Homero brinda
la posibilidad de acceder a la lectura de Colli acerca de uno de los fragmentos
más difíciles de Heráclito. Y es que, paradójicamente, un sabio- Heráclito- se
encarga de comentar acerca de la perdición de otro sabio- Homero-. El fragmento
citado por Colli es el siguiente:
“Con respecto al conocimiento de las
cosas manifiestas los hombres se ven engañados de modo semejante a como le
ocurrió a Homero, que fue más sabio que nadie en Grecia. Efectivamente, le
engañaron aquellos jóvenes que habían aplastado piojos cuando le dijeron: “Lo
que hemos visto y cogido, lo dejamos; lo que no hemos visto ni cogido, lo
traemos.”[3]
Colli resalta como el tono del fragmento es elogioso
para con Homero, puesto que el sabio vencido deja de ser automáticamente un
sabio. Colli también hace hincapié en
como el enigma está presentado por Heráclito como una tentativa para confundir.
Para el sabio de Éfeso no es destacable el acontecimiento de que Homero haya
fallecido por el oprobio, sino que se haya dejado confundir y perder. En esto
es posible hallar una nueva evidencia de la malicia inherente al enigma y por
otra parte una noción implícita de Heráclito acerca del sabio como aquel que no
se permite que nadie le engañe.[4]
Colli identifica a Heráclito como un pensador que
acepta ingresar en los dominios del enigma en el agonismo, y a su vez expone
con sus aforismos un novedoso reto al intelecto de los demás sabios. Y así,
tomando como punto de partida el enigma de la muerte de Homero, para
desarrollar su propio enigma, Heráclito demanda una solución diferente, otra
explicación al acertijo sobre el acertijo que ha lanzado por cuenta propia,
pero que no se refiera a los piojos, sino a una clave de comprensión más honda,
más significativa, pero que son embargo, quede expuesta en la misma estructura
del enigma de los pescadores. Irónicamente, Heráclito aún espera que alguien se
arriesgue a despojarle de su título de sabio[5].
Colli por supuesto se aleja de tal pretensión, pero de cualquier manera
aventura su propia exégesis. Supone primero que nada un nexo entre las
enunciaciones “con respecto al conocimiento de las cosas manifiestas” y “lo que
hemos visto y cogido”; y del mismo modo en que Homero fue confundido con
relación a las cosas vistas y capturadas, es decir, los piojos, puesto que no
adivinó a qué se estaban refiriendo los jóvenes, así igual, para Colli, los
hombres son engañados con relación al conocimiento de los objetos que los
rodean, puesto que ignoran en sí lo más importante acerca de ellos: que en el
fondo no son reales.[6]
Colli se ocupa de la primera sección del enigma,
llevando a cabo una ampliación universal de lo referido por Heráclito y así
obtiene lo siguiente: “las cosas manifiestas que hemos cogido, las dejamos”[7]
¿Qué quiere decir tal derivado?
De entrada Colli conseja tener en mente los aforismos
de Heráclito que niegan toda realidad a los objetos de la percepción, puesto
que es bastante posible que a eso se refiera Heráclito, al expresarse acerca de
las “cosas manifiestas”. He aquí los fragmentos aludidos por Colli[8]:
“El sol tiene la extensión de un pie humano”, que sugiere expresar una negación
de cualquier realidad de tipo objetivo, pensando en una imposible disminución
del sol, únicamente, a un simple
conjunto de sensaciones. Entonces el segmento del enigma “las cosas manifiestas
que hemos cogido”, expresa para Colli, eso que estructura la ilusoria realidad
de los humanos, nada sino un grupo de sensaciones encontradas. Pero entonces,
¿Qué señala el que se dejen esas “cosas manifiestas que hemos cogido”?
Colli propone, que lo que Heráclito acaso quiere
expresar, es que los objetos del mundo son engañosos, y propician el pensarlos
como existentes allende los humanos, considerarlos como realidad, al ser
concebidos dentro de una supuesta permanencia. Sin embargo, a juicio de Colli,
Heráclito nunca se manifiesta en contra de las sensaciones, puesto que incluso
honra a los sentidos de la vista y al del oído; pero sí critica la costumbre de
convertir la percepción sensorial en objetos estables, como si se situaran
fuera de la conciencia[9].
Colli explica lo anterior así: se captura de inmediato la vivencia de los
sentidos, y a continuación se pierde liberada. Si se intenta solidificar,
materializarla fija, sin movimiento, entonces se está falseando su esencia.
Colli percibe esta intuición en los fragmentos de Heráclito que comúnmente se
han considerado como evidencia de una filosofía del devenir, particular del
sabio de Éfeso. Pero en realidad Heráclito “no cree que el devenir sea más real
que el ser[10];
cree simplemente que cualquier “opinión es una enfermedad sagrada”; o sea, que
cualquier elaboración de las impresiones sensoriales en un mundo de objetos
permanentes es ilusorio.”[11]
De allí por ejemplo el sentido de otro famoso
fragmento de Heráclito: “No es posible entrar dos veces en el mismo río, que
para Colli significa, que fuera de la conciencia y de la percepción no existe
río alguno, sino solamente una rauda visión del ser propio a la que se nombra
como río, y de un río en específico cuando se hace patente en repetidas
oportunidades, esa misma sensación inmediata, pero que ciertamente no está
vinculada a nada objetivo. “Tales sensaciones no documentan nada permanente,
aunque sean semejantes; si queremos designar cada una de ellas con el nombre de
río podemos hacerlo,, pero en todos los casos se tratará de un río nuevo.”[12]
Ahora bien, retomando el fragmento de Heráclito acerca
de la muerte de Homero, Colli reflexiona acerca de que, tal vez habiendo
interpretado ya la primera sección del enigma, la segunda no pueda también ser
resuelta dentro de la trasposición de Heráclito, y efectuando un movimiento de
antítesis similar al anterior. Así pues se obtiene: “las cosas ocultas que no
hemos visto y cogido, las traemos”[13]. Colli intenta responder a esta parte del
enigma trayendo a colación dos temáticas fundamentales para el pensamiento de
Heráclito, Una de ellas Colli la denomina como el “pathos” de los oculto[14].
Que sería la inclinación a concebir el fundamento último de la realidad como
algo oculto.[15] Y en
efecto así es la noción de la divinidad para Heráclito: “La unidad, la única
sabiduría, quiere y no quiere ser llamada con el nombre de Zeus.”[16]
Puesto que para Colli, el nombre de Zeus es conveniente para simbolizar
humanamente al dios escondido, más sin embargo no es para nada una denominación
si se quiere precisa, justamente porque el dios superior es algo escondido,
hermético.[17]
Colli cita[18]
otro par de fragmentos de Heráclito acerca del tema, en cuanto a la
preeminencia de lo no manifiesto: “A la naturaleza primordial le gusta
ocultarse”[19] y,
“La armonía oculta es más fuerte que la manifiesta”. [20]
La segunda temática principal de Heráclito propuesta
por Colli es la defensa mística de una preeminencia de la interioridad, sobre
la falsa realidad del mundo cotidiano. Y en efecto, en muchos de sus fragmentos
Heráclito parecería proponer el alma como fundamento privilegiado del mundo. Esto
se hace patente en el conocido fragmento “Me he indagado a mí mismo” y más
claramente en “Los confines del alma no podemos encontrarlos caminando, aunque
recorramos todos los caminos: así de profunda es su expresión.”, y en “Al alma pertenece una expresión que se
acrecienta a sí misma”. Y es que para
Colli ambas temáticas mencionadas dan la impresión de coincidir, confluir,
hacia una misma intuición definitiva, de acuerdo a la interpretación de la
profundidad del alma que alude a lo escondido, a lo inaccesible.[21]
Colli se ocupa presto, de relacionar esta intuición
identificada en Heráclito con la segunda sección del enigma sobre Homero, para
sí obtener una solución a tal acertijo. De tal suerte que el alma, lo
escondido, la sabiduría, es lo que no puede ser visto ni capturado, pero que
siempre está en el interior de cada uno.
“[…] son lo que no vemos ni cogemos, pero llevamos dentro de nosotros.
Sólo la interioridad oculta es permanente, más aún: al manifestarse “se
acrecienta así misma.”[22]
Para Colli lo anteriormente expuesto no solamente
corrobora la valía extrema del enigma en la antigua Grecia y su profunda
vinculación con el fenómeno de la sabiduría, sino que aunado a esto, ha
posibilitado que Colli pudiese ofrecer hondas interpretaciones acerca de
Heráclito, quien es célebre por el complicado abordamiento que solicita su
pensamiento.[23]
Colli pondera que simplemente con el análisis cuidadoso de un solo fragmento,
fue plausible unificar postulaciones de Heráclito que parecían
contrapuestas. Y además, fue posible
situar otra de las intuiciones centrales de Heráclito a la esfera del enigma,
de tal modo que en este punto se abre la posibilidad de que tal vez el conjunto
de la sabiduría de Heráclito, no fuese sin más sino una singular red de enigmas
que se orientasen hacia un mundo divino inaccesible.[24]
Tal intuición capital de Heráclito, para Colli, no es otra
sino la de la unidad de los contrarios, y por lo consiguiente en la sabiduría,
la unidad, el dios, lo oculto, no son sino alusiones simbólicas al fundamento
primordial de la realidad. Este fundamento es trascendencia pura. Colli cita
una vez más a Heráclito: “Ningún hombre, de entre aquellos cuyos discursos he
escuchado, llega hasta el extremo de reconocer que la sabiduría está separada
de todas las cosas”[25]
Pero Colli, extiende el enigma a perspectivas cósmicas
y lo interpreta como la expresión de lo escondido, de la deidad oculta y
primordial. Y así: “toda la multiplicidad del mundo, su ilusoria corporeidad,
es una trama de enigmas, una apariencia del dios, del mismo modo que las
palabras del sabio, manifestaciones sensibles que son el vestigio de lo oculto,
son una trama de enigmas.”[26]
En última instancia, la sabiduría de Heráclito[27]
vertida en formulaciones antitéticas en gran parte de sus fragmentos, no hace
sino manifestar que la realidad entera es un laberinto de apariencias
contradictorias, una urdimbre de acertijos de opuestos ilusorios. Y de esta
manera, toda pareja de contrarios es un enigma en sí misma, que se resuelve con
la alusión al dios que se oculta tras esa apariencia. Y en efecto, Heráclito lo
manifiesta así: “El dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz,
saciedad y hambre. Cambia como el fuego[28]
cuando se mezcla con los perfumes y toma el nombre del aroma de cada uno de
ellos.”[29]
Como conclusión, solo se puede inquirir si el fuego del
Heráclito de Colli, acaso no sea sino un
símbolo totalizador de lo fragmentario; el nombre impronunciable de un devenir amnésico; el reflejo
deslumbrante de un espejo reconstruido por el empeño de un niño divinal
abrumado por el tedio. Quizá sea la luz de las estrellas que se comunican en un
logos titilante, allende cualquier
infierno, purgatorio, o paraíso. Incluso Heráclito puede no ser sino otro Dante,
que se difumina cauta y oscuramente
ante el clamor de una llama melancólica disfrazada de Ulises, misma que relata
los trágicos avatares de la nave de la finitud, ante la impetuosidad de un
tormentoso horizonte marino delirando eternidades. La sabiduría de Heráclito,
la profunda intuición de los griegos
antiguos, podría no ser más que la indomable inocencia de la niña Heidi, la de
Johanna Spyri, la de Hayao
Miyazaki y de Isao Takahata, que extraviada en el dédalo urbano de una
Frankfurt constreñidora, se juega todo arrojándose al pathos de lo oculto, y se
niega en una necesidad agobiante, disimulada en el tiempo, para ver
transfigurados sus insufribles cuadernos escolares en jubilosas cabras saltando
bajo una lluvia de sol; la voz de su incordiante tutora convertida en el sonido
de bucólicas campanas y silvestres
clamores; los grises edificios tornándose en Alpes majestuosos; en una extática
transmutación, posibilitada por un peculiar estado de conciencia, donde la lucidez se confunde con los recuerdos y los
sueños con un místico conocimiento.
Y entonces, es posible que el logos no sea sino un ser- recuerdo de la
voz del viento montañoso susurrando al entreverado ramaje de los abetos; el
enmarañado hilo de una Ariadna extrema, que ofrenda el (sin)sentido de un
regreso al ex(traviado), hacia la olvidada salida: aquel umbral de silencios únicos que lo expresan todo:
un mudo clamor de luz que presagia el relámpago sonoro pero efímero del mundo.
Porque la sabiduría de Heráclito bien puede hallarse también, en el coincidir
de una vivenciada interioridad, la de Heidi (ónticos sueños de
un porvenir ilusionado) y la de su
hosco, pero noble Abuelo (fatiga de un pretérito
desengañado), contemplando juntos el apolíneo fulgor de un presente irradiándose en lo imperecedero, en el sol del ocaso
incendiando las cumbres alpinas, bajo la mirada del Señor de las Cumbres, una dionisiaca
cabra majestuosa; la verdad del mundo en el fuego, las ígneas palpitaciones de
su corazón secreto, la lúdica excitación del dios aguardando ser develado; su
sonrisa: una impaciencia de brillos que calcinan en su intensidad hasta las
últimas tinieblas del misterio que se sueña mundo.
Heráclito, su sabiduría: laberinto de ríos fluyentes
entrelazados, logos de acertijos recordándose esfinges, fuego que nos acompaña
siempre, hasta la morada misma de lo indecible.
[1]
“…Homero interrogó al oráculo para saber quiénes eran sus padres y cuál su
patria; y el dios respondió así: “La isla de Ios es patria de tu madre, y te
acogerá cuando mueras; pero tu guárdate del enigma de los hombres jóvenes.” No mucho después […] llegó a Ios. Allí,
sentado en un escollo, vio a unos pescadores que se acercaban a la playa y les
preguntó si tenían algo. Éstos, como no habían pescado nada pero, ante la falta
de pesca, se dedicaban a despiojarse, dijeron: “Lo que hemos cogido lo hemos
dejado, lo que no hemos cogido lo traemos”, aludiendo con un enigma a que los
piojos que habían podido coger los habían matado y los habían tirado, y los que
no habían cogido los llevaban en la ropa. Homero al no ser capaz de resolver el
enigma, murió de aflicción” apud. El
Nacimiento… pp. 65-66
[2]
¿Sería posible que el planteamiento de Colli haya sido anticipado por el
psiquiatra Leo Navratil? El sentido de su referencia es muy similar e
igualmente interesante: “Debe diferenciarse lo enigmático como valor de
insinuación, del enigma como objeto de la razón. Lo enigmático está relacionado
con el sentimiento de perplejidad. Puede conducir fácilmente a la
desesperación. Pero también la misión del enigma en sí fue considerada en
tiempos anteriores algo solemne, que coloca a la persona ante una alternativa
peligrosa: encontrar la solución, o morir. Quien no solucionaba el enigma de la
esfinge, pertenecía a la muerte. Se dice que Homero murió de inquietud, por no
poder resolver un enigma. Posteriormente lo enigmático perdió su gravedad,
aparecieron los juegos de adivinanza, que ya no intranquilizaban verdaderamente
al hombre, pues entonces ya era capaz de superar las dificultades de la vida
con ayuda de la razón. El auténtico enigma artístico es una imagen lingüística que transcribe un objeto
de manera engañosa. Tiene carácter laberintico. Uno se ve conducido a un
laberinto, y obligado a pasar por trayectos enmarañados, que conducen lo más
lejos posible de la meta. En esto, el que plantea el enigma es el superior.
Pero también la solución da una gran satisfacción al que adivina. Fortalece la
confianza en sí mismo, porque de esta manera se ha vencido la insinuación de lo
enigmático y es posible sentirse otra vez en su lugar en el plano de la razón.
Hemos insinuado ya que la persona absorbida en lo enigmático, se encuentra en
una fase de transición- y es precisamente en aquella zona- que está entre el
orden mítico y el orden racional de la existencia.” Leo Navratil, Esquizofrenia y Arte, pp.126-127.
[4]
“En Grecia el sabio es un pugilista, siempre precavido contra ataques mortales,
incluso en sueños visitado por monstruos y guerreros, que con gestos mesurados
aparentemente benignos y sosegados, y soltura en sus miembros, emerge de una
refriega vertiginosa, de las insidias de los dioses. Después de la lucha las
palabras salen de su boca con firmeza, sin titubeos” Después de Nietzsche, p.13
[5]
“Heráclito no escribe para comunicar, para poner de manifiesto algo oculto,
para extender a otros la esfera de su conocimiento: al contrario, con sus
enigmas lanza un desafío fortuito, provocativo destinado a involucrar al mundo
de los hombres. Todas sus palabras son trampas, criptogramas construidos para
ser descifrados. La suya no es la arrogante expresión de un solitario, sino una
despiadada declaración de hostilidad, el estimulo a una contienda por la
sabiduría, en la que todos, frente a él, que lanza el desafío, sucumbirán.”
op.cit. p.115
[6]
“Cuando vemos un objeto del mundo, y lo aferramos como si fuese de verdad,
sucede que se nos escapa, que lo dejamos, precisamente porque habíamos creído
en la corporeidad, en la solidez de lo manifiesto, que en cambio no es más que
una evanescente ficción. Mientras no descubramos esta ilusión, seguiremos
engañados, no seremos sabios[…]” op.cit, pp.128-129
[7] El Nacimiento…, p.69
[9]
“Tendríamos que poder escuchar esta información [de la Mente ] o, más bien, esta
narración, como una voz neutra dentro de nosotros mismos. Pero algo hubo que no
funcionó bien. Toda la creación es un lenguaje y nada más que un lenguaje que,
por alguna razón inexplicable, no podemos leer afuera ni escuchar adentro. Por
tanto, afirmo que nos hemos convertido en idiotas. Algo le ha sucedido a
nuestra inteligencia. Mi razonamiento es el siguiente: el ordenamiento de las
partes del Cerebro es un lenguaje. Nosotros somos parte del Cerebro; por tanto,
somos lenguaje. ¿Por qué, entonces, no lo sabemos? Ni siquiera sabemos lo que
somos, por no hablar ya de la realidad exterior de la que formamos parte. El
origen de la palabra «idiota» es la palabra «privado». Cada uno de nosotros se
ha vuelto privado y ya no comparte el pensamiento común del Cerebro, salvo en
un nivel subliminal. Así pues, nuestra vida real y nuestros objetivos se
desarrollan por debajo del umbral de la conciencia. Experimentamos los
pensamientos del Cerebro como ordenamientos y reordenamientos —cambio— en un
universo físico; pero en realidad se trata de información y procesamiento de
información que sustancializamos. No vemos tan solo sus pensamientos como
objetos, sino, más bien, como movimiento o, con mayor precisión, como ubicación
de los objetos: cómo llegan éstos a vincularse entre sí. Pero no podemos dar
lectura a la estructuración del ordenamiento; no podemos extraer la información
contenida en él; es decir, en cuanto a información, que ninguna otra cosa es.
La vinculación y revinculación de los objetos por el Cerebro es en realidad un
lenguaje, pero no un lenguaje como el nuestro (puesto que se dirige a sí mismo
y no a alguien o a algo fuera de él).” Philip K Dick, Tractates Cryptica Escriptura , Apéndice de la novela Valis, tomado de http://unclarodelbosque.blogspot.com/2007/06/philip-k-dick-tractates-cryptica_20.html
[10]
“Expulsar de nuestro cielo las nubes de la necesidad: ésta es una esperanza que
perdura. La fe en la realidad del tiempo, en la supremacía de la razón, ha
devastado toda nuestra vida, pero tiempo y razón tienen una matriz común: la
necesidad. […] cuando Heráclito dice “el sol es nuevo cada día”, no pretende
ciertamente mostrar el devenir, sino oponerse a la tiranía de la necesidad.” Después de Nietzsche, p.50
[11]
El Nacimiento… p. 70
[12]
Ibídem, p.70
[13]
Ibíd, p.71
[14]
Ibídem, p.71
[15]
“Si desconocemos el propósito de la vida, si la verdadera manera de ser está
oculta a los ojos de los seres vivos, ¿quién puede decir que los
esquizofrénicos no están en lo cierto? Créame, señor, emprenden un viaje muy
arriesgado; vuelven la espalda a las meras cosas que usamos con fines
prácticos. En cambio, vuelven hacia adentro en busca del sentido. Se enfrentan
con el pozo, la negra noche sin fondo.” Philip K Dick, Tiempo de Marte, apud. Brian Aldiss, edición electrónica.
[16] El Nacimiento… p.54
[17] Y
en esto especialmente coincide Maurice Blanchot: “[…] Pero lo que se oculta, se
oculta profundamente, y en la
profundidad todavía no es más que la apariencia que se oculta. Nadie podría decir sin inconsecuencia: el
hombre es esto que se oculta, y tampoco bastaría con hacer de esa afirmación
una pregunta […] ¿Pertenece el hombre al movimiento del ocultarse ¿El ser es lo
que se oculta por medio del hombre? […] El preguntar profundo no encuentra su
medida en una pregunta, aún cuando ésta sea el movimiento de ocultarse que
intenta ponerse en tela de juicio.” Maurice Blanchot, El diálogo inconcluso, pp.55-56
[18] El Nacimiento… p.71
[19] Y
esta puede ser la clave para comprender al poema mexicano más importante del
siglo XX, Muerte sin fin de José Gorostiza, que puede ser interpretado a partir
de la perspectiva Collí-Heráclito y así otorgarnos nuevas maneras de valorar su
magistral belleza hermética: “Pero en las zonas ínfimas del ojo/ en su nimio
saber/ no ocurre nada, no, sólo esta luz/ esta febril diafanidad tirante/hecha
toda de pura exaltación/ que a través de su nítida sustancia/ nos permite
mirar, / sin verlo a Él, a Dios,/ lo que detrás de Él anda escondido[…]” del poema
Muerte sin fin de José Gorostiza, p.111.
[20] Y quizá nadie sino el pintor Lucio Fontana,
en una de sus místicas composiciones
titulada “Concepto
Espacial”, realizada en 1962, supo captar esta intuición de lo inefable
heracliteana, que expresaría: En lo
más profundo del ser, hay siete espinas de cristal. Persisten todas en una danza
imperceptible en su mundo de azul silencio. Parecen flotar, pero lo cierto es
que están insertas. Lastiman. Pero nunca lo sabrán. En aquel ámbito oculto se
decide por completo la visión de Todo. Las espinas en su fragilidad guardan el
secreto de la intensidad de su roce. Si se les atisba con premura, el dolor que
producen al verse perturbadas en su transparente eternidad, modifica por
completo la perspectiva de Todo. No queda sino contemplar, con respeto, cuanto
más puede devenir su tortura amorosa y trascendente. Pero la Verdad está en cada una de
ellas. Lo delata la luz que irradian al ser percibidas. La Verdad es la luz, las
espinas de cristal el cegador sufrimiento que produce. El inefable ritual de
las espinas encierra destinos en el cifrado mensaje de su inmovilidad. Si
alguien logra internarse allí, con cierto tacto, develará su grupo ordenado
como una escala. Pero habrá que tener cautela: si se desciende por esos
peldaños obsidiana, no se hallará más que incisiones y cada paso se hará
intolerable, pero con sentido. Si se asciende por ella, en cambio, se llegará a
lo más alto, pero vacío. (Y una interminable escala de espinas Porvenir). Presentir:
salir lo suficiente, apenas para descubrirse tan dentro, que pueda uno
recordarlo al fin: ser en cada una de las espinas de cristal, ser en el tiempo.
(Pero al iniciar de nuevo la marcha, perderse en el olvido. Aunque el afilado
dolor de su paso, allende cualquier instante, perdure). Una de las espinas de
oscuro cristal ama a otra. Saber cuál es, soportar su tortuosa ansiedad, es
saberlo Todo, y compartirse en su oscuridad infinita. Porque en lo más profundo
hay siete espinas de cristal. Hay quien ha visto en ellas, el límite que señala
el principio del frío azul sin límites en donde las palabras se consumen. Pero
si se advierte Bien, las espinas son incisiones en sí mismas: umbrales a un
espacio sin conceptos, indecible y abismal. La luz de sus contornos invita. Y
el silencio de su eterna espera lo dice Todo.
[21] Y la voz de Heráclito está perfectamente
enunciada fílmicamente en Eraserhead (1977) la primera gran cinta de largo
metraje del cineasta norteamericano David Lynch, que es un recorrido a través de las sombrías
regiones del hombre y su sinsentido inherente. Habitamos un lugar de nieblas
densas, cualquier cosa puede estar sucediendo o no, más allá de nuestro óntico
“ser”. En un mundo conformado y conformador, por medio de cortinas de mensajes
variopintos e ininterrumpidos, los seductores cantos de la vacuidad, parece que
el silencio es la voz más elocuente. Pero ante ese silencio ominoso, ante ese
enigma que nos rodea y (des)fundamenta- la ilimitada página en blanco que nos
com-promete como texto sin esperanza de autor alguno- no queda más que
aferrarnos a nuestros propios delirantes relatos-salvavidas. La justificación
alucinada de nuestro particular “ser (arrojado) ahí”, nuestra alma sin fondo
heracliteana. Eraserhead o como
im-provisarse (sin providencia) existir (sin ex alguno) con uno mismo, tú, yo,
Heráclito, Henry Spencer, nada,
es igual. Eraserhead nos narra cómo en un sombrío ámbito industrial, el
excéntrico (en un mundo sin céntricos) Henry
Spencer (Jack Nance),
labora en una imprenta y ahora está de vacaciones. Henry reentabla relaciones
con Mary X (Charlotte Stewart), una nerviosa
joven, quien invita a Henry a
cenar en su casa con sus padres presentes. Allí Henry toma conocimiento de que ella ha dado a luz a un deforme
infante, por lo que el joven se ve obligado a contraer matrimonio con Mary. Así pues, la pareja debe hacerse
cargo de la grotesca criatura, hasta el momento en que Mary, harta del incesante llorar del bebé, abandona a Henry. Nuestro atribulado protagonista
cuida del niño hasta que al final escoge librarse de él(lo). La intuición
profunda de Heráclito se hace manifiesta en varios lugares de esta obra de
Lynch: en el onírico ambiente creado por Lynch para el desarrollo de la trama inusual. Parecería un futuro
post-industrial y decadente, un ámbito de muertos soñando diría Heráclito, como
si todos los habitantes hubieran padecido los efectos de una catástrofe nuclear
y deambularan enloquecidos por los ruidos permanentes de unas enormes máquinas
ubicuas sin función alguna (¿La voz de ausencia del Deus ex Machina?).
Además también el logos del lo indecible se respira en las secuencias donde Henry (un extraño y convincente Jack Nance
interpretando(se) el, personaje de su vida) se relaciona con una misteriosa
mujer con deformidades que aparece cantando en un miniteatro infernal que se
manifiesta en el radiador, Por supuesto “In
heaven everything is fine” y la chica dorada que se hace luz entre
sonrisitas ambiguas mientras pisa espermatozoides gigantescos y atrae a Henry a fundirse en luz blanca, es muy posible que simbolice la
muerte misma: Hades y Dionisos son
uno y lo mismo para Heráclito. He aquí una de las versiones más célebres
e inspiradas de esos irracionales mundos secretos y plenos de alteridad
propuestos por Lynch (luego
vendrá la famosa Red Room de Twin Peaks)
que fundamentan el nuestro racional y anodino. Por supuesto el absurdo apolíneo
está presente también en la
cena donde el kafkiano Henry
interactúa con la beckettiana familia de
Mary, en una secuencia en donde se dan la mano (y comienzan a darse
vueltas frenéticos) Lewis Carrol y Eugene Ionesco. De verdad hay que ver para
creer. Y más que nada la sabiduría del enigma se expone en el apoteósico final
en donde Henry, torturado por el
deseo de la misteriosa y sexy vecina morena (contraparte de Mary-anticipo de las sorprendentes
diadas posteriores de Lynch
(buen alumno de Persona
de Bergman): Laura – Donna, Dorothy-Sandy, Betty-Rita, etc.) y habiendo perdido
literalmente borrada su cabeza, decide silenciar el llanto del horripilante niño(Dionisos). ¿Connotaciones sexuales
explícitas?¿Una vez más sacrificado el dios para germinar lo diverso? Símbolos
de símbolos, lo cierto es que la luz eléctrica parece titubear aún, y quien
conoce un poco a Lynch sabe lo
que “eso” quiere decir: el cielo se halla muy lejos de aquí y en las tinieblas:
tú tienes tus cosas buenas y yo, el, ella, nadie, (es igual) ha llegado a Ser
(¿Suyo?) (¿Quien dice algo?)
[22]
Ibíd, p. 72
[23] Y sin embargo, paradójicamente, Heráclito es
un maestro al momento de iluminar el sentido cabal de obras del pensamiento
humano tan significativas, como por ejemplo la película de ciencia ficción Blade
Runner (1982) de Ridley Scott, uno de los modernos hitos manifestantes
de la condición humana, como se verá en lo siguiente:
“La naturaleza
ama el ocultarse”.-En el mundo futuro de Los Ángeles 2019, el silencio
profundo del ser, el idioma de la otredad por antonomasia- en ese ámbito
sofocado en textos, mensajes y códigos- parece por fin, decidido a
manifestarse: habiendo tomado posición en cada mínimo recoveco del ámbito
humano, luego de ocupar el lugar de flora y fauna, ahora expone su talante
esquivo, con sabia ironía en seres idénticos, replicas, de los hasta entonces
guardianes del “ser” –más bien de lo óntico; los entes más entes pues,(re)
toman con-ciencia y se exponen decididos: la naturaleza si, ama esconderse pero
cuando ha pasado mucho tiempo, emerge furiosa( como una Pris Erinia) por la
prolongada espera; y aterrados ya, no somos capaces de (re)conocer su rostro
(en nuestro rostro) de frente, sin precipitarnos luego irresistiblemente, a su
definitivo abrazo de vacío y silencio (este sí, eterno).
“Los ojos son testigos más exactos que
los oídos”.-Por eso las miradas colman cada secuencia de Blade Runner,
porque como Sartre ponderó, ser visto es ser para otro, por el otro, y esto es
una garantía de que no soy yo todo, pero también de que soy por otro, como él
por mi mirar: el infierno son los otros dicen los humanos, pero los ojos
fustigantes de Blade Runner, ojos
replicantes que brillan de lucidez suicida, parecen recordarnos, no te
escuches, escucha(te): ¿Quién te mira, en un espejo en donde nada se vé?, el
infierno no es nadie, ya que es,
simplemente. ¿Lo ves?
“El Señor cuyo oráculo está en Delfos ni
dice, ni oculta, sino hace señale.”.-Así el caso del gran doctor Eldon
Tyrell, el amo y señor de la corporación más poderosa del futuro, nada le es
ajeno, ni oculto; no hay inteligencia artificial que no tenga estampada su
firma, y cuando se percata del excesivo alcance de su divinal poder, de su voz
apolínea forjadora de seres de luz, pronto los ecos oscuros de Su Palabra
instauradora regresan a él, crípticos y complejos como los enunció, solicitando
ser nuevamente pronunciados. Y es que el asalto al Olimpo siempre ha sido
irresistible, aún cuando al ser conquistado, tanto los titanes, como los
cristianos primeros y los replicantes luego, sólo hallaron una gruta vacía,
alborotada de susurros abandonados ,que escaparon prestos hacia el espacio,
difuminados en la primera rasgadura.
“El hombre se enciende y apaga como una
luz de noche”.-Y esto lo comprendió Roy Batty, el líder replicante, en el
último instante de su existencia (existencia si, y no funcionamiento, pues
comprendió, y no entendió simplemente, porque no lo hizo, la muerte no es
entendible por nadie, sólo es posible asumirla –reinterpretarse -ante su
proximidad, re-signarse). Pero esta posibilidad de pensarse diferente, en
comparación a lo eterno id-entico, lo que no es auténticamente, lo que no
deviene, le facultó en compensación, para encontrar cierto consuelo de vida,
aún en la postrera, de que cada lucero nocturno, inclusive en sus fulgures más
exhaustos, no es sino el preámbulo de la luz del día: de avecinamiento seguro,
radiante y esperanzador.
“La eternidad es un niño que juega a las
tablas: de un niño es el poder real”.-Y eso fue lo que Leon, Zhora, y Pris;
androides hambrientos de más y mejor vida, no atinaron a entrever, aún estando
tan cerca de la salida del laberinto. Su jubilosa soltura de ser, su desenfreno
dionisiaco en cada actitud, en cada acción; su lúdica y demasiada lúcida manera
de valorar lo meramente humano, les otorgaba el hilo de Ariadna para hallar en
cierta manera lo que tanto habían perseguido. Basta con ver lo cruel y a la vez
leal del carácter de Leon; la creatividad cautivante de las danzas de Zhora y
su letal decisión; la juguetona, atractiva, y tierna, actitud furtiva y
depredadora de Pris. Sólo Roy, Rachel y Rick, fueron capaces de capturar su
infantil esencia, aquella misma tan poderosa, que hace posible alcanzar cierta
inmortalidad, no difuminando “físicamente”, el acontecimiento inevitable; sino
revalorando todo lo que le acontece, a fin de alejarlo en perspectiva,
haciéndolo fungir como un motor axiológico de todo lo generado a partir de él.
Para Rachel por fin, valorarse como ser-para-otro, ser-por-amor = ser; para Roy
valorarse como capaz de piedad, apto de identificar ya en el otro, en los otros
innumerables, lo que le faltaba para ser más y ser siempre, y por ende
in-menso; y para Rick, tener el valor de afrontar su “autentico” yo,
“replicándose” en el tiempo, buscándole como perenne presente.
“Nos embarcamos y no nos embarcamos en
los mismos ríos, somos y no somos”.-Porque parafraseando a Gaff, singular
reencarnación de Heráclito el Oscuro en el porvenir; en última instancia, hoy,
que todos los ríos se han secado ya: ¿Quién es, realmente?
[24] La red de misterios de Heráclito, voz
oracular (Apolo), escritura de enigmas que dice todo, en lo
fragmentario(Dionisos): “[…]Me pregunto si Heráclito, cuando dice del habla que
no expone ni oculta, sino que indica, […] ¿No se podría atribuirle la idea que
usted quisiera representar: que hay una lengua en la que las cosas no se
muestran ni se esconden?- El habla de la que aquí se trata es la que se interroga
en Delfos: allá habla al estilo de los oráculos que son oráculos por signos,
tajos e incisiones-escritura-en el texto de las cosas. No obstante en Delfos,
se trata de un lenguaje que escapa a la necesidad de mostrar, escapando a la
necesidad de esconder; en ese lenguaje no se produce semejante diferencia: ni
cubre ni descubre.-Hablando sin decir ni callar.” Maurice Blanchot, op.cit.
p.69
[25] El Nacimiento… p.73
[26]
Ibídem, p.73
[27] Es posible manifestar ya, a partir de Heráclito- bajo
la luz de Colli- mi propia toma de posición personal, una cierta ilusión por la
sabiduría, en algunos imperfectos
bocetos- y por lo tanto nobles, humanos sin más- acerca del mundo, y de la esencia de su desamparo. Se puede aventurar
una clave de comprensión del Todo, al modo de un relato policiaco. No nos
servirá más que para encontrar un sentido, rumbo a ningún lado, en el cuarto
oscuro de nuestro metafísico abandono. Es como un hilo que tal vez nos lleve a
la salida, de nuestro particular laberinto de espejismos de escape. Un cordel
que tenga su mayor relevancia en el extremo insuficiente de su mutilada
extensión, cuando ya nos ha conducido al centro del infierno mismo, al lugar
donde habitan miríadas de torcidos esqueletos con risibles alas de cera y
plumas adheridas por el polvo añoso. Algo ha sucedido en algún instante sin tiempo, algo fundamental y devastador; gestador de
realidades y catalizador de ausencias. No se ha dejado de comentar acerca de
ello desde el primer instante de la realidad. No ha cesado su rememoración
tortuosa. Y en ese mismo comentar(se) la realidad entera ha encontrado un
vehículo para su manifestación incesante. Se ha cometido un crimen, en cierto
lugar sin sitio y sin motivo alguno. Pero este crimen en particular, no tiene
leyes que lo clasifiquen ni mucho menos que lo juzguen: el mundo entero y sus cosas las sobrepasan en grado sumo.
Incluso lo más probable, lo más posible, es más, lo necesario que deviene luego
en cada cosa, depende de que no exista culpable bajo ninguna circunstancia.
Pero la concatenación de los acontecimientos que nos da lugar, en el entorno
que construimos en cada pensamiento y sensación, nos
orilla a pensar que un algo prohibido se ha llevado a cabo, y que es menester
el esclarecimiento de tal oscuridad.
Nuestra breve filosofía,
dice que la historia entera de la humanidad y su civilización podrían ser
no más que atribuladas explicaciones y prejuicios acerca de esta acción
misteriosa e inolvidable. No es preciso más que justificaciones para construir
un universo entero, todo lo demás parece ser accesorio. Pero más allá de todo
esto es preciso deslindar responsabilidades, elucubrar hipótesis y elaborar una
severa filosofía
acerca del misterio del Ser y de su ser inextricable. Porqué el quid de eso no
podría consistir sino en que no hay ni quien juzgue, ni quien sea juzgado. No
hay ni criminal ni detective. Habitamos la biblioteca vacía de una vieja casona
en donde alguna vez sucedió un acontecimiento indebido que nadie recuerda y a
quien nadie se puede culpar directamente. Y sin embargo en cada palabra que se
escribe y que se habla se repite este mismo suceso, se trasgrede algo sagrado,
se da un doloroso desgarramiento. Porque sin tener conciencia de nada, nada
repetimos hasta el infinito en cada mancillar del silencio y de la hoja en
blanco; Todo en toda la infausta irrupción de nuestra propia irrupción. Somos a
la vez los sospechosos descartados, los secuaces del delito, el detective desentrañador: toda la pesadilla de la
razón, y la razón de la pesadilla del Mundo como todo: la escurridiza presencia
que provoca cada palabra, cada cosa, cada pensamiento;
la muda traición del silencio ensordecedor del ente. La ventaja de esta filosofía
en contra de las demás, es que su pluralidad es suicida, su apertura es una
invitación indeclinable al desastre. Porque de antemano sabemos que nunca
podremos dar con el culpable, jamás podremos hacerle pagar su nefanda acción.
Puesto que si se logra detener el indignado clamor que ha producido con su
comportamiento, el mundo entero se desquebrajaría,
ninguna filosofía
soportaría el peso de tanta vacuidad, de tanto expresar gratuito en lo que nos
damos.
Acaso sólo el arte pueda paliar tanto expendio
desenfrenado, tanto inquirir por nada, tanto investigar sin vestigio alguno que
la pena merezca. Puesto que en su inocente brote- cuando lo inocente y lo que
brota se mienten sinceramente- el arte es
honesto y consiente de la gratuidad de su ser sin ser. No hay más que un relato
en lo que nos circunvala, una narración que nadie dice y que nada expresa. Pero
en el percatarnos de que tampoco nadie la escucha, posiblemente está la ocasión
de su gran valía. Acaso el mundo sólo pueda comprenderse a
plenitud sin ambicionar la muda “h” de su comprehensión. Porque el arte es una tentativa por reformular en una vuelta infinita
sobre lo mismo, en cada ocasión del tiempo y
sus virtuales circunvalaciones, para insinuar en su escasez, el misterio
irresoluble de la realidad. Todos somos culpables pues, en un ámbito criminal
en el que el ilícito se brinda en cada oportunidad de su repaso: como una
serpiente que se muerde la cola pensando en su siguiente mordida. El arte la sabiduría, el escepticismo, los sueños, la poesía, la lucidez, la niñez, el insomnio, la pasión y la
locura, en cada posibilidad y medios de brindarse, nos común-ican esto
finalmente: que quizá vale la pena expresar este re-cono-cimiento en un abrazo
apasionado y fértil entre lo moral y lo metafísico. El silencio está allí y
nadie puede silenciar su abrumadora persistencia. Pero en el revivir cada etapa
del percatarnos de su ominoso estar, que bien podría ser el crimen y el castigo
del estar donde estamos, se brinda una suerte de libertad cautiva, que no
requiere de nada, salvo de su mera contingencia elocuente en lo causal sin
memoria. He aquí nuestra breve filosofía del ser y de sus entes, del silencio y de sus voces, del corazón
desgarrado del mundo y su vacío compartimiento
de vacíos necesarios.
Sigamos pues inquiriendo sobre pistas puestas en dédalos
astutos; de coartadas sin menester que nos son vitales; de jardines en senderos
que se bifurcan entrelazando principios con finales en infinitos
compartimientos de arquitecturas demenciales. El culpable siempre nos aguarda
en algún recoveco de este ámbito de onirismos en los que nadie se ocupa, ni
reposa ; allí espera sonriente, confiando en su suerte pertinaz, en su
afortunada fugacidad; y en ciertos momentos de debilidad sentimental, es
posible advertir en el espejo incipiente de sus lágrimas fatigadas, la
id-entificación absoluta de su persecutor y juez implacable : un rostro pálido
que se torna en ondas, sobre la superficie nerviosa de un charco de lágrimas,
perturbado por quien solloza eternamente sin poder derramar lágrima alguna.
Hablemos pues sobre ello, de nuevo: es posible.
[28] “Through the darkness of future
past, the magician longs to see. One chants out between two worlds Fire walk
with me”
Del guión de la cinta Twin
Peaks: Fire walk with me (1992) escrito por David Lynch. Las posibilidades de leer esta obra
bajo la sabiduría de Heráclito (“the
magician”) desde Colli, alumbrarían mucho el sentido de la totalidad del
cine de Lynch, quien alguna vez comentó: “En todos reside la capacidad de
apreciar como igualmente bellas las cosas contrapuestas. No soy la excepción.”
Citado por Ángel Román en su ensayo online “El Infierno según David Lynch” en http://www.angelroman.net/
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