Innumerables documentos, valiosos para conocer a fondo a las religiones prehispánicas, fueron destruidos por los colonizadores europeos. Sin embargo, gracias al esfuerzo de algunos frailes españoles, se conservaron varios códices y crónicas indígenas, que, como veremos a continuación, nos ofrecen un atisbo del fascinante y feroz mundo de las creencias sobrenaturales del México Antiguo.
Los códices indígenas son singulares documentos que exponen una mezcla de dibujos y jeroglíficos, que fueron redactados en ocasiones, no mucho después de la Conquista, a solicitud de los propios religiosos españoles, más comprensivos y tolerantes que los militares vencedores.
Los códices y la labor de Sahagún
Existen relatos en lengua indígena, elaborados en caracteres latinos, valiosos para adentrarnos en el místico pensamiento de los antiguos mesoamericanos. En este sentido pueden ubicarse el célebre “Popol Vuh”, o los “Libros del Chilam Balam” de los mayas; y las fuentes indígenas para la elaboración de la rica “Historia General de las Cosas de la Nueva España” del padre franciscano Bernardino de Sahagún, que en su labor intensa de documentación nos legó una heredad invaluable.
Algunos dioses mayas
Así, de acuerdo a fuentes que incluyen las anteriormente mencionadas, podemos saber bien que, el pueblo maya, poseía un variado panteón, el cual, en mucho, exponía la estratificación de su sociedad y hacía evidente una concepción dualista del universo. Sus deidades se mostraban bondadosas o malignas, de acuerdo a sus diversas manifestaciones.
Sus dioses más relevantes fueron: Hunab Ku, “el dios único”, considerado por los propios mayas el padre de los dioses; Itzamná, gran soberano del firmamento, la deidad de la clase sacerdotal, Ixchel, la diosa madre, y además el popular Chac, dios de la lluvia. También muy importantes fueron Yun Kaax, numen del maíz, y el siniestro Ah Puch, guardián de los muertos.
Algunos dioses aztecas
El pueblo azteca o mexica, tenía una variada influencia religiosa: primero, el legado clásico con la veneración de Quetzalcóatl, a continuación, la tolteca, con Tezcatlipoca, y, finalmente, la de los propios aztecas antiguos, con el temible Huitzilopochtli.
La civilización azteca, asimilaba las religiones locales de los pueblos que sometía y las incorporaba a su particular cosmovisión, basada en la de los sabios toltecas, lo que en cierto modo evidenciaba que, al igual que en los mayas, existía un dualismo de fondo. Esto era patente en su dios Ometeotl, señor de la dualidad.
Otras figuras principales del panteón mexica fueron: Quetzalcóatl, “la serpiente emplumada”; Tezcatlipoca, “el espejo humante”; Huitzilopochtli, “el colibrí zurdo”, numen de la guerra, y preeminente entre todos los demás; Tlaloc, el gran dios de la lluvia; y finalmente, mencionaremos a Xipe-Totec, “el desollado”, deidad de la primavera.
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