Es posible que esa conocida sensación, acerca de que ya hemos vivido algún evento en específico, no sea sólo un deja vú sin más. Desde los tiempos de los sabios griegos, se ha especulado acerca de un continuo retorno de todos los eventos, en eras cíclicas tan precisas como las olas de un mar tranquilo. Friedrich Nietzsche o como el científico Richard Tolman, han propuesto algo similar. Sin embargo, posteriormente se ha desfundamentado tan sugestiva teorización. Veamos sus diferentes planteamientos en lo que sigue.
Fue el filósofo Heráclito quien mejor concretó tal intuición, que manejaron tan abiertamente en sus planteamientos, varios de los previos y también de los posteriores sabios de la Grecia antigua; Anaximandro y Zenón, entre los presocráticos; o Platón y los estoicos, entre los posteriores a Heráclito.
Éste último afirmaba que: ”El devenir pone en la unidad inmediata de algo una diferencia, pero al hacerlo permite que se retorne sobre sí mismo”. Y es que la idea de que el tiempo tenga una estructura cíclica, en concordancia con la aparición periódica de las estaciones, de los ritmos biológicos naturales y de las constelaciones en el cielo, siempre permaneció como un patrimonio común de todo el mundo griego, ya fuese en el periodo mítico, ya en el filosófico.
Los superhombres y sus tiempos
Posteriormente encontramos la misma inclinación intelectual en otros pensadores, aunque destaca en este sentido el gran Friedrich Nietszche, quien desarrollo su teoría del Eterno Retorno, como la piedra de toque de todo su edificio antimetafísico. Nietzsche escribió alguna vez: “ El mundo se afirma por sí, incluso en su uniformidad que permanece igual en el curso de los años; se bendice por sí, porque es lo que eternamente debe retornar; porque es el devenir que no conoce saciedad ni disgusto ni fatiga”. Este planteamiento ha gozado de una romántica celebridad, e incluso puede advertirse en creaciones como las de Goethe, o en las del pintor Caspar David Friedrich.
El eterno retorno según la ciencia
El científico quien estudió más firmemente la posibilidad de un universo cíclico, basado en pulsaciones u oscilaciones continuas y siderales, fue el físico Richard Tolman, del Instituto Tecnológico de California, quien durante la década de los treinta, habló acerca de que, nuestro universo, bien puede ser un ámbito cerrado y pulsante, pero que no desaparece tras colapsarse en sí, sino que de inmediato inicia un nuevo ciclo de expansión. Este proceso de expansión y contracción se reitera y pasa por infinitos ciclos. Según las ideas de Tolman, antes del ciclo que se vive ahora, hubo un universo muy semejante al actual, que se contrajo en un poderoso “átomo” primigenio, cuyas fuerzas, en colapsos gravitacionales incalculables, producirían una nueva expansión. Tal movimiento es el que experimentamos actualmente en el cosmos.
El camino sin retorno
Sin embargo, el famoso astrónomo Stephen Hawking ha cuestionado esta alternativa en su libro “Breve Historia del Tiempo”, argumentando que, el tiempo, ha de tener caducidad, o más bien, que el tiempo inició su marcha en el mismo instante que aconteció la Gran Explosión (el conocido Bing-Bang), que separaría toda la materia para formar el universo.
De tal suerte, que si el universo tuvo un principio, tarde o temprano ha de tener un final también, lo que negaría el modelo de un universo cíclico, pulsante. Y quizá sea mejor así, pues como bien vio Kirilov, un personaje de Dostoyevsky, cada evento cobra su real valor en la singularidad de su acontecer, y una sola hoja de otoño cayendo al impulso del viento justifique la existencia del universo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario