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lunes, 19 de mayo de 2014

Dante Alighieri, arquitecto de mundos

Hay escritores, artistas, poetas, que marcan nuestra vida, pero no por otra particularidad sino la de expresar lo que la mayoría de los humanos guarda en el refugio de sus anhelos inconfesados. Tal es el caso de Dante Alighieri, portavoz de la esperanza de los hombres por la inmortalidad, por verdades eternas, por realidades vitales encarnadas por las que vale la pena crear, soñar, anhelar, para siempre.



Dante arquitecto de mundos

Dante Alighieri, como Homero, posee la particularidad de simbolizar a todos los hombres en su propio ser. La ansiedad del demiurgo que puede valorar otros mundos, para erigir el propio, pero no en un afán de serlo todo, sino en afanarse creativamente por todo ser: tal es la Divina Comedia, un libro de libros, un crisol de posibilidades de ha-ser, un caleidoscopio de oportunidades de formación para la identidad propia. El mundo no es más que un infierno para el que lo asume como real, y un purgatorio lleno de esperanza para quien puede sentirse en él, como una antesala (de ilimitadas posibilidades) para llegar al cielo.

La figura de Virgilio

Todos podemos aspirar a ser como Virgilio. Sólo basta, para ello, tener la esperanza de ser, por siempre, humildes de pensamiento, grandes de inspiración, e inmortales en un anhelo por crecer. No importa que como el autor de la "Eneida" tengamos un cierto límite para el tránsito del alma. Lo que vale es explorar ese terreno mensurable de muchas maneras diferentes, para derrotar toda continuidad: ser el hombre que intuyó Borges, que incluye en si a los demás hombres. De tal suerte que, aun siendo Virgilio de Mantua solamente, también pudo crearse en Orfeo, Ulises, Dante, Shakespeare, Borges, etc. La eternidad no es un tiempo ilimitado, es una perspectiva orientada a lo abierto, sin final.

La figura de Beatriz

Beatriz es la creación más perfecta de Dante. Es un símbolo del corazón profundo del ser, que no precisa más que de su propio expresarse, para erigir universos. Todo gira en torno a cierto secreto, que en cuanto se intenta develar se oculta más, se aleja, pero en su distanciarse, nos obsequia una estela de vida, vita nuova: la sonrisa de Beatriz. Dante se forjó de anhelos. La existencia del Florentino no fue más que un pretexto para posibilitar la reverberación metafísica y fundamentadora del silencio. Beatriz es quien siempre ha estado allí. Aún perdura. Motiva cada nuevo peregrinar ofrendado de los entes, que construyen infiernos-realidades en su honor, a modo de escala, para contemplarla y perderla una vez más. Como ante el alba, la luz de las estrellas.

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