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lunes, 6 de mayo de 2013

Posmodernidad: los días de los hombres-cosa




En cierta ocasión se dio a conocer una noticia sorprendente: en Australia, una persona había sido acusada de abusar sexualmente de varias muñecas inflables. Este hombre ingresaba a las sex-shops para sustraer las muñecas inflables, y luego, una vez satisfechos sus deseos, sin más, las abandonaba en los callejones. El caso provocó un gran revuelo en la sociedad australiana. A pesar de todo parecería algo más bien cómico, si no fuera porque este acontecimiento evidencia muchos aspectos en juego acerca de nuestra actualidad.

Ser o no ser…cosa

Objetos que quieren adquirir el carácter de humanos. En última instancia, ¿a que nos refiere esta idea? ¿Por qué resulta tan consternante suplantar a mujeres con muñecas de hule? Parecería que en ello subyace una interpretación muy extraña de la realidad. El sociólogo Jean Baudrillard denominaba a fenómenos de este tipo como “simulacros”. Vivimos en un tiempo en donde lo real ya no es tal, sino su simulación, una mera imagen; una “pararrealidad” en donde lo artificial se ha constituido lo nuevo real. En cierto sentido- y solo en este-, el abuso de una muñeca es más lamentable que el practicado hacia una persona. Por supuesto, un ser humano es infinitamente más valioso. No obstante, la difuminación entre la realidad de ambas, muñeca y mujer, es sumamente grave y reveladora.



La insoportable virtualidad de ser

La cosificación del humano y la humanización de las cosas es un fenómeno que ha sido abordado en diferentes manifestaciones culturales y artísticas, por ejemplo, en diversas cintas de animé japonés. A final de cuentas, estos trabajos motivan ciertos cuestionamientos radicales: ¿Por qué y cómo el mundo que las personas han construido para usar y habitar se está escapando de todo control? ¿De qué manera está adquiriendo lo artificial una cierta “vida” propia? Probablemente no son las interpretaciones que se hacen acerca de las cosas las que se han transformado, sino más bien, las interpretaciones que se hacen acerca de lo humano.



El centro errabundo del universo

Si anteriormente se consideraba que el ser humano era el único ser capaz de razonar, hoy se ha descubierto que una computadora o un chimpancé, a su modo, lo pueden hacer también. Otras capacidades otrora vinculadas expresamente a lo humano, se han evidenciado como capaces de ser realizadas por otros seres vivos: los elefantes pueden pintar, los robots bailar y los delfines son capaces de conversar. Los caballos incluso parecen tener conciencia de su propia finitud. La verdad es que ya no es tan sencillo saber qué somos en realidad. Quizás la experiencia de lo divino sea el único distintivo cabal de humanidad, pero lamentablemente, en estos días nuestros de los hombres-cosa, tal experiencia no es ya muy accesible.



Las dualidades funestas

Es preciso reflexionar y tomar conciencia de que hay muchas cosas que no son solo cosas: el patrimonio cultural intangible, por ejemplo, o bien, las pertenencias personales, los objetos que pertenecieron a nuestros ancestros y que tienen una valía incomnesurable para nosotros. Abordar esta abolición al parecer ineluctable entre sujeto y objeto- esta nueva condición de realidad, en donde un sujeto puede ser objeto y este mismo objeto puede ser sujeto- es ya algo positivo: un punto de inicio para comprender la experiencia más aterradora de la posmodernidad, esa que cotidianamente- como una muñeca de hule vejada y harta- nos abofetea en la cara.


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