Ariadna miente. El hilo es muy corto. Teseo se perderá.
Respira aún. El crematorio se enciende. La muerte tardará. Nadie lo nota.
Respira aún. El crematorio se enciende. La muerte tardará. Nadie lo nota.
Enfermo y desesperado prepara la jeringa. Sube al Metro. Nadie es culpable, todos pagarán.
La Torre fatigada se endereza. Demasiado tarde. En Pisa ya no hay nadie. Sola se derrumba.
Adán despierta: el jardín ya es un desierto. Su corazón una manzana carcomida. Escamas ofidias dispersadas por el viento. Por el calor se pierden, Evaporadas.
Calígula enloquece: su caballo no acepta el imperio que le propone, ha huido desbocado hacia la noche. Los soldados lo hallan al pie de un abismo, echando espuma. No se decidió. Le regresan a Roma, sin oír sus insultos.
Sobre el muro se asoma, otea con desesperación lo que tanto ansiaba. Pero no parece colmar sus expectativas. Lo imagino volviendo, decepcionado a su nave espacial, de retorno a su pequeño mundo. El límite del Cosmos para él, ya no vale la pena. Porque él no me vio, pero yo si a él. Y con eso basta.
Escalera que sube K con nerviosismo: al final de ella por fin la respuesta a todos los porqués. Mira a la distancia, algunos descienden apresurados, como atraídos por algo. Otros se han quedado a vivir en determinados escalones, donde han improvisado pequeños refugios. Casi al llegar al final atisba una luz; allí se asoma Franz, que sonríe y empuja la escalera. K se precipita al vacío con un consuelo. Siempre lo supo.
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