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martes, 23 de abril de 2013

Dante, la muerte y la libertad


“El cielo inicia sus movimientos, no quiero decir todos, pero, aunque así lo dijese, les ha dado luz para distinguir el bien y el mal. Les ha dado también el libre albedrío, que aunque se fatigue luchando en los primeros combates con el cielo, después lo vence todo, si persevera en el buen propósito.”

Dante Alighieri


Casi siempre, “a la mitad del camino de nuestra vida”, tal y como le sucedió a Dante, es cuando la visión de lo mortal se presenta como una encrucijada en la que se tiene la posibilidad de seguir un modo de vivir específico, como contrapeso a ese desenlace inevitable. 

El poeta florentino propone, en su Comedia, encarar a la muerte, en primera instancia, a través de la razón y la reflexión: tal es el significado de la noble figura de Virgilio, compendio admirable de la virtud clásica grecolatina, heredero de los valores más perdurables de nuestra historia. Más el grave trance del fin de la existencia personal, es tan trascendente, que ni la epicúrea sensibilidad, ni el estoicismo imperturbable, son capaces de colmar los inciertos límites del espíritu humano.

Es entonces cuando Dante se pregunta, si no es la renuncia mística y del sacrificio piadoso- es decir, abandonarse al fulgor estelar de la mirada de Beatriz, símbolo de la fe y el arrobo sacro-, una adecuada preparación, hacia la entrada a la otredad absoluta. Y sin embargo, Dante nos deja en claro al final de su travesía, que ni el intelecto puro, ni la certeza religiosa, bastan para auxiliarnos a transitar por las brumas heladas que conducen al más allá.

Ya que, en efecto, Dante, en un mensaje profundo de su obra magna, otorga a los seres humanos una posibilidad de difícil asunción: ver en la muerte una oportunidad extraordinaria para ejercer el libre albedrío, de un sujeto consciente de su propia finitud. Porque no es preciso ir allende lo mundano- y sólo por medio de una poderosa inspiración poética-, para aprender a sobrellevar la muerte. Le bastaría al mortal, tener la perspectiva de aprovechar este acontecimiento ineluctable, para así asumir el don más preciado de todos: tomarse la libertad de construir su propio vivir, intenso y diverso, hasta el último aliento.

Querer utilizar las formas de lo necesario para conquistar lo libre, entregarse a la muerte para alcanzar plenamente la vida, es tan erróneo como multiplicar cifras altísimas por cero, esperando obtener así otras mayores.


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