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sábado, 30 de marzo de 2013

La eternidad para la filosofía antigua

De acuerdo a Platón, acerca de la esencia eterna se puede decir que fue o que será, pero en el fondo lo único que estamos afirmando es que "es".


La noción de eternidad por lo general se comprende en dos sentidos diferentes. El primero es el más habitual y se refiere a una duración temporal infinita. El segundo, más filosófico, señala a algo que no puede ser mensurado por el tiempo, puesto que lo trasciende. De acuerdo a Platón, en su diálogo Timeo, acerca de la esencia eterna se puede decir que fue o que será, pero en el fondo lo único que estamos afirmando es que es.

Y es que, ciertamente, lo que permanece inmóvil no se hace ni más viejo, ni más joven. Con respecto a la eternidad, entonces, solo puede decirse que es para siempre, siempre y cuando se destaque en mayor medida el “es” que el “siempre”. Por tal motivo, no es totalmente acertado enunciar que la eternidad es una suerte de tiempo infinito. El tiempo debería de ser comprendido como la proyección móvil de la eternidad; esto es, una representación perdurable de lo eterno dinamizada con relación al número. De modo que se hace pertinente una distinción entre lo eterno y lo perdurable.

Tiempo y eternidad

No obstante, el hecho de que la eternidad no se corresponda exactamente con una ilimitada perduración en el tiempo, no quiere decir que la eternidad sea algo contrario a este último. La eternidad no anula al tiempo, no lo niega, ni lo rechaza, sino que más bien, le da cabida: el tiempo se despliega en la eternidad, la cual se perfila como una especie de modelo para el tiempo.

Plotino es quien manejó esta clase de ideas, pero para desarrollarlas se basó muy de cerca en ciertas nociones de Aristóteles. Este último parece acercarse aún más a la idea más habitual acerca de la eternidad, es decir, un tiempo que perdura sin límite. Sin embargo, al subrayar que no tiene principio ni final, y además, al dejar en claro que lo eterno comprende a todo el tiempo, y debe entenderse como una duración de tipo inmortal y de relacionada con lo divino (de acuerdo a lo expuesto en su obra Sobre el cielo), Aristóteles utilizó también el otro sentido de la eternidad, mencionado al inicio de este artículo.

El instante pleno

Por otra parte, Plotino se acercó también, y aún más, a las teorías platónicas. Por ello, de acuerdo a su perspectiva, la eternidad no puede comprenderse simplemente como algo inteligible o en completo reposo (como se expresa en su obra Eneadas). Y es que, aunado a estas dos características, la eternidad se define también por la unidad y la indivisibilidad. Una realidad no puede afirmarse como eterna, si es captada como algo en cierto instante y como algo distinto, un momento después. De acuerdo a Plotino, algo es eterno cuando logra ser todo a la vez, esto es, cuando ostenta una “perfección indivisible”.

La eternidad es, desde este enfoque neoplatónico, un instante de total estabilidad de la fusión de todos los inteligibles, en un mismo punto.

Por lo anterior en Plotino, tal y como se hace patente en Platón, no cabe hablar acerca del pasado o del futuro, puesto que lo eterno se manifiesta siempre en el presente: es lo que es, y es siempre, lo que es. Pero al afirmar que lo eterno es lo que es, se trata de expresar que lo eterno se presenta, en cierto sentido, como la plenitud del ser y que tanto el pretérito, como el porvenir, se hallan en él, hasta cierto punto, recogidos y concentrados.

Crisol de los instantes

Por otro lado, siguiendo con Plotino, la eternidad es “la vida infinita”, lo cual debe entenderse como la vida plena, que nada pierde de sí en ningún momento. Y por ello, para Plotino el ser eterno se encuentra, cercano a lo Uno, a tal grado que, de acuerdo a cierta afirmación platónica, contenida en el diálogo Timeo, puede enunciarse que “la eternidad permanece en lo Uno”.

En resumen, esta vertiente de comprensión de la eternidad en la filosofía antigua, nos expresa que, el tiempo es, en última instancia, la forma de la eternidad, pero que, además, no se agota en una simple abstracción del ser temporal, sino que, más bien, puede comprenderse como el fundamento de tal ser. La eternidad es así, el fundamento mismo de la temporalidad.




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