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martes, 9 de octubre de 2012

Blade Runner en Heráclito: el asomo del no ser como esperanza

“La naturaleza ama el ocultarse” En el mundo futuro de Los Ángeles 2019, el silencio profundo del ser, el idioma de la otredad por antonomasia- en ese ámbito sofocado en textos, mensajes y códigos- parece por fin, decidido a manifestarse.


Habiendo tomado posición en cada mínimo recoveco del ámbito humano, luego de ocupar el lugar de flora y fauna, ahora expone su talante esquivo, con sabia ironía en seres idénticos, replicas, de los hasta entonces guardianes del “ser” –más bien de lo óntico; los entes más entes pues,(re) toman con-ciencia y se exponen decididos. La naturaleza si, ama esconderse pero cuando ha pasado mucho tiempo, emerge furiosa (como una Pris Erinia) por la prolongada espera; y aterrados ya, no somos capaces de (re)conocer su rostro (en nuestro rostro) de frente, sin precipitarnos luego irresistiblemente, a su definitivo abrazo de vacío y silencio (este sí, eterno).

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“Los ojos son testigos más exactos que los oídos.”

Por eso las miradas colman cada secuencia de Blade Runner, porque como Sartre ponderó, ser visto es ser para otro, por el otro, y esto es una garantía de que no soy yo todo, pero también de que soy por otro, como él por mi mirar: el infierno son los otros dicen los humanos, pero los ojos fustigantes de Blade Runner, ojos replicantes que brillan de lucidez suicida, parecen recordarnos, no te escuches, escucha(te): ¿Quién te mira, en un espejo en donde nada se ve?, el infierno no es nadie, ya que es simplemente. ¿Lo ves?

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“El Señor cuyo oráculo está en Delfos ni dice, ni oculta, sino hace señales.”

Así el caso del gran doctor Eldon Tyrell, el amo y señor de la corporación más poderosa del futuro, nada le es ajeno, ni oculto; no hay inteligencia artificial que no tenga estampada su firma, y cuando se percata del excesivo alcance de su divinal poder, de su voz apolínea forjadora de seres de luz, pronto los ecos oscuros de Su Palabra instauradora regresan a él, crípticos y complejos como los enunció, solicitando ser nuevamente pronunciados. Y es que el asalto al Olimpo siempre ha sido irresistible, aún cuando al ser conquistado, tanto los titanes, como los cristianos primeros y los replicantes luego, sólo hallaron una gruta vacía, alborotada de susurros abandonados ,que escaparon prestos hacia el espacio, difuminados en la primera rasgadura.

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“El hombre se enciende y apaga como una luz de noche.”

Y esto lo comprendió Roy Batty, el líder replicante, en el último instante de su existencia (existencia si, y no funcionamiento, pues comprendió, y no entendió simplemente, porque no lo hizo, la muerte no es entendible por nadie, sólo es posible asumirla –reinterpretarse -ante su proximidad, re-signarse). Pero esta posibilidad de pensarse diferente, en comparación a lo eterno id-entico, lo que no es auténticamente, lo que no deviene, le facultó en compensación, para encontrar cierto consuelo de vida, aún en la postrera, de que cada lucero nocturno, inclusive en sus fulgures más exhaustos, no es sino el preámbulo de la luz del día: de avecinamiento seguro, radiante y esperanzador.

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“La eternidad es un niño que juega a las tablas: de un niño es el poder real.”

Y eso fue lo que Leon, Zhora, y Pris; androides hambrientos de más y mejor vida, no atinaron a entrever, aún estando tan cerca de la salida del laberinto. Su jubilosa soltura de ser, su desenfreno dionisiaco en cada actitud, en cada acción; su lúdica y demasiado lúcida manera de valorar lo meramente humano, les otorgaba el hilo de Ariadna para hallar en cierta manera lo que tanto habían perseguido. 

Basta con ver lo cruel y a la vez leal del carácter de Leon; la creatividad cautivante de las danzas de Zhora y su letal decisión; la juguetona, atractiva, y tierna, actitud furtiva y depredadora de Pris. Sólo Roy, Rachel y Rick, fueron capaces de capturar su infantil esencia, aquella misma tan poderosa, que hace posible alcanzar cierta inmortalidad, no difuminando “físicamente”, el acontecimiento inevitable; sino revalorando todo lo que le acontece, a fin de alejarlo en perspectiva, haciéndolo fungir como un motor axiológico de todo lo generado a partir de el. 

Para Rachel por fin, valorarse como ser-para-otro, ser-por-amor = ser; para Roy valorarse como capaz de piedad, apto de identificar ya en el otro, en los otros innumerables, lo que le faltaba para ser más y ser siempre, y por ende in-menso; y para Rick, tener el valor de afrontar su “autentico” yo, “replicándose” en el tiempo, buscándole como perenne presente.

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“Nos embarcamos y no nos embarcamos en los mismos ríos, somos y no somos.”

Porque parafraseando a Gaff, singular reencarnación de Heráclito el Oscuro en el porvenir; en última instancia, hoy, que todos los ríos se han secado ya: ¿Quién es ahora, realmente?

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