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miércoles, 5 de septiembre de 2012

El marco como obra de arte

Los marcos tienen un valor estético y cultural tan valioso como las pinturas que protegen. Muchas veces prolongan o complementan el mensaje de la obra.


En los vestigios de ciudades antiguas, como es el caso de Pompeya, se pueden identificar diversos frescos y mosaicos, los cuales hacen patente que la tradición de enmarcar las obras de arte se remonta a milenios.

En las creaciones plásticas del Medioevo, especialmente en las obras sacras, los marcos estuvieron muy relacionados con las tablas. Tal circunstancia aconteció hasta el siglo XV. En el arte de este tiempo, se advierte que los marcos, muchas veces, sirven como una prolongación de la superficie de la obra. No obstante, a veces también se usaban sencillos listones clavados sobre las imágenes, en las tablas pintadas, con el fin de preservarlas mejor. Los diseños de estos listones fueron variando paulatinamente, hasta que, en los inicios del Renacimiento, se elaboraron como marcos, con plena autonomía.

Propósitos variados

Los marcos desde sus orígenes tuvieron diversos cometidos. No se limitaron a simplemente proteger las obras, sino que, además, sirvieron como una pauta de diferenciación entre los mundos pictóricos de las pinturas en las paredes y el mundo real. Esta proyección cobra especial relevancia en las galerías con estrechos ámbitos, por el hecho de que los cuadros se cuelgan muy próximos entre sí, y el efecto puede resultar confuso. En este sentido, los marcos eran manufacturados por los propios autores de las pinturas, o bien, por artesanos contratados quienes realizaban los marcos de acuerdo a las instrucciones de los creativos.


Con frecuencia, los marcos suministran datos acerca de la intención ornamental de ciertas pinturas y al mismo tiempo, acerca de las preferencias estéticas del periodo histórico en las que se gestaron, o bien, sobre la posición social y recursos de los propietarios de estas composiciones. Por ejemplo, en la Holanda del siglo XVII se gustaba de enmarcar las pinturas con estructuras de sencillas molduras, construidas a partir de diferentes maderas. En esos mismos años, en Francia, Italia y Flandes, abundaban los marcos curvos, con pomposas ornamentaciones de acuerdo a la moda: motivos vegetales, frutales, zarcillos y conchas, los cuales cubrían tales estructuras por completo. Estas últimas, por lo general, son doradas.

Elemento vital

En las postrimerías del siglo XVII, los adornos de los marcos también incluyen armas, trofeos e iniciales. En este periodo, la variedad de marco más popular era la surgida en el Renacimiento italiano. El marco oval, por su parte, es producto del siglo XVII y es uno de los distintivos de la pintura Rococó. Con el Clacisismo llegaron los marcos sobrios y de arcaizantes diseños. Para 1760, la ornamentación típica de los marcos consistía en dentículos, rosetas y hojas de laurel.



Famosos artistas del romanticismo, como Philipp Otto Runge y Caspar David Friedrich incluyeron a los marcos en la realización de sus obras. Incluso adaptaron algunos de sus proyectos para que se conciliaran con los marcos adecuados. Posteriormente, desde la segunda mitad del siglo XIX, los marcos volvieron a adoptar diseños históricos. Empero, el modernismo trajo consigo sus propios marcos, los cuales estaban enfocados en armonizar su proyección, con la singular estética manejada en cada pintura.

Simbólicamente, los marcos, refieren a la figura de la ventana. Se trata, en esencia de una apertura al aire y la luz, es decir, un despliegue vital. La ventana es símbolo además de pura receptividad. Si la ventana y por ende un marco, es redondo, se vincula con el ojo y con la conciencia; si, en cambio, es cuadrado, alude a la receptividad terrenal con relación a las manifestaciones de la trascendencia. El marco por ende, es, en cierto sentido, una generosa apertura de libertad para la expansión del ser, en sus ilimitadas posibilidades, a través del arte: crisol de realidades.


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