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miércoles, 11 de abril de 2012

La simbología de los monstruos en el arte

Las representaciones de la noción del "monstruo", en la historia del arte, hacen manifiestas oscuras fuerzas y espacios del subconsciente.


La representación de los monstruos en la historia del arte se ha dado a través de cinco maneras principales, las cuales, coinciden con los imaginarios que se han gestado, con el paso de los siglos, acerca de esta noción tan profundamente arraigada en la psique colectiva de la humanidad.



El guardián

En primera instancia, se presenta como el guardián de un tesoro. Así, por ejemplo, en la pintura "Perseo y Andrómeda" (1723) del pintor rococó Francois Lemoyne. En esta representación de un mito clásico, el héroe Perseo debe derrotar al monstruo marino Ceto, para así rescatar a la princesa Andrómeda. En este caso, Ceto es una simbolización de dificultades por superar, para así por fin, acceder a ese tesoro, que puede ser material, o espiritual y amoroso, como es el caso de la bella Andrómeda. El monstruo, desde esta perspectiva, es un catalizador del esfuerzo, del dominio del temor, del heroísmo. Al sujeto de esta motivación, le corresponde dar cuenta de su ser, a través de sus capacidades y entereza.

El pasaje

Pero el monstruo también ha sido comprendido en el arte, como una figuración de renacimiento. Tal es el caso por ejemplo, del monstruo tragador del ámbito infernal del Jardín de las Delicias (1480-1490), del Bosco. En este caso, y a la manera de una dolorosa redención, un demonio con cabeza de pájaro devora a los condenados para que expíen sus culpas y se purifiquen. En diferentes momentos de la cultura, han aparecido estos engendros, andrófagos, tragadores o psicopompos, los cuales hacen patente, de simbólica manera, la forzosa regeneración del alma, la transformación radical que los hombres precisan para acceder a una nueva realidad.



Lo caótico

En la tradición bíblica y posteriormente, en diferentes representaciones pictóricas, se puede identificar otra de las facetas del monstruo: las fuerzas irracionales. Ezequiel describe un monstruo descomunal, manifestado en la tempestad, llena de humo y fuego. Parece incluir los cuatro vientos y puntos cardinales. Su voz es el relámpago, las nubes sombrías y el trueno. Esta es una variación de lo monstruoso, referida a lo caótico, lo tenebroso y descomunal. En la impresionante pintura del artista ruso Ivan Aivazovsky, "La novena ola" (1850)- la cual representa una tradición marinera, que creía a la novena ola de un temporal como la más funesta- se hace patente esa forma de figurarse a lo monstruoso



Lo transformador

Existe una variación del monstruo, comprendido como fomentador del renacimiento. Se trata de los engendros que simbolizan la transfiguración de lo humano. La extraña pintura de Victor Brauner, "Le ver luisant" (1933) resulta paradigmática en este sentido. En ella se observa, a una mujer aferrada a unas extrañas formaciones semi-naturales, mientras es absorbida literalmente por una extraña criatura acéfala. El entorno en el que se encuentran estos personajes, es un ambiente fantástico y primordial, que lo mismo evoca el primer y el último segundo de la realidad. Este tipo de monstruo expresa, que todos los seres atraviesan sus propios ínferos, antes de poder estructurarse de manera totalmente diferente y definirse en la otredad. Brauner, de visionaria manera, parece manifestarnos que, conviene de vez en vez, manifestar lo incomprensible, lo terrorífico, para reconocerse en nuevas facetas.



Lo enfermizo

Por último, existe otra manera en la que diferentes artistas han representado al monstruo. Se trata de las deformaciones enfermizas de la psique. Y así, aunque los monstruos representan riesgos exteriores, posiblemente su mayor peligro se haga patente en el interior, en actitudes enfermizas, en malsanos funcionamientos de la fuerza de vida. Una muestra de este tipo de monstruo, la tenemos en la obra de Eric Fischl, "Chico malo" (1948) en donde se deja entrever la transgresión de un tabú, y su derivado en un estado de angustia, en donde la exaltación deseosa y la inhibición temerosa se tensan. Este monstruo compendia a los anteriores y traza la ruta de su procedencia: la región subterránea de lo humano, los ámbitos sombríos del subconsciente, de los cuales solo el logos y el arte nos ayudan a salir avantes y comprender.


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