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lunes, 26 de marzo de 2012

Rafael: "La Virgen de la silla"


Una obra genial de Rafael Sanzio, motiva el planteamiento del arte como humanizador de los paradigmas de realidad que dinamizan a la historia. Fresco pintado en los muros de su casa, La Virgen de la silla (1513) es una de las obras más tempranas de Rafael Sanzio (1483-1520), gran figura del Renacimiento. En esta composición se deja ver el delicado perfil de una joven Virgen María, mientras sostiene al Niño Jesús adormilado.


Con este exquisito fresco, Rafael dio comienzo la exploración estética del motivo de la Virgen con el Niño, acaso evocando -muy personalmente- momentos perdidos de ternura, puesto que este artista perdió a su madre siendo un niño de ocho años.

Imagen inspiradora

Rafael emociona al espectador con diversas variaciones sobre este tema, uno de los más repetidos y gustados de la historia del arte. Las Vírgenes de Rafael son hermosas, puras y tiernas, y célebre es la maestría con la cual el autor las hace resplandecer con tan solo pequeños detalles: sutiles sonrisas, un porte amable, miradas transparentes, etc. Con la etérea presencia de las diosas del gran Botticelli, pero, a diferencia de estas frías beldades, las Vírgenes de Rafael expresan calidez y humanidad. Pero además, Rafael dotó a este tipo de composiciones de complejidades nunca antes vistas, en aspectos como la representación de grupos, ademanes, luces, paisajes, e incluso con la incorporación de otras figuras. Todo lo anterior hizo patente, cada vez más, el inmenso talento de Rafael Sanzio.

Obra maestra

La Virgen de la silla se encuentra en la Galería Palatina de Florencia, y puede ser clasificada como una de las cimas en el arte renacentista. Combina en su planteamiento estético los aspectos más valiosos de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, con el admirable Tondo Doni de Miguel Ángel, aunque, por su parte, este fresco de Rafael genera un efecto estético completamente distinto. Por primera vez, no es el espectador el que contempla a la Virgen, sino que es ella la que mira, y conduce con dulce tacto a quien la observa, a un espacio de afecto comprensivo, a un contacto humano por medio del arte como nunca antes había sido expresado.

Sensibilidad y realidad

En el tránsito del siglo XIII al XIV en la tradición iconográfica aconteció algo verdaderamente significativo. Las representaciones de la Virgen y el Niño elaboradas hasta entonces eran paradigmas de sacerdotal gravedad y distanciamiento. En cambio, desde el siglo XIV y hasta el Alto Renacimiento, la imagen de la Virgen y el Niño expresa íntima comunión, emociones y una gran calidez. Es posible advertir en este desplazamiento representativo, la influencia de San Francisco de Asís y sus discípulos. Como quiera que sea, también es factible imaginar que no fueron las circunstancias las que transformaron el arte, sino, de manera viceversa, la creación estética, en su búsqueda de la perfección y la máxima belleza, alcanzó un descubrimiento capital para la historia de la cultura y los paradigmas del mundo: el hallazgo de la ternura, y de la mucha humanidad con la que transforma y ennoblece al existir.




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