Uno de los cuadros más enigmáticos de la historia del arte
podría ser un acertijo metafísico que manifestara claves esenciales para
comprender la realidad.
El pintor italiano Giorgione (1477-1510) compuso en su obra
conocida como La tempestad (1508) una de las pinturas más enigmáticas
en la historia del arte.
En este lienzo se puede ver en primer plano a dos figuras en
un ambiente campestre. En el horizonte una ciudad de la época, un paisaje con
un cielo agitado. Nada hasta aquí parecería distinguir a esta composición de
otras similares realizadas en este periodo. Sin embargo, en cuanto se observa
detenidamente la obra, surgen interesantes cuestiones.
¿Por qué razón una joven desnuda amamanta a su bebé en medio
del campo, cuando se aproxima en el cielo una furiosa tempestad? ¿Esta pintura
sirve como simple medio para ensayar un paisaje, o bien, entraña referencias y
simbolismos más profundos? Estudios efectuados con rayos x revelaron que en
lugar del soldado, Giorgione había pintado previamente una figura desnuda ¿cuál
fue el motivo que lo decidió a cambiarla, finalmente?
Misteriosa obra
Nadie sabe a ciencia cierta cuál fue la verdadera intención
de Giorgione para elaborar La tempestad. No obstante, los intentos por
descifrarlo han sido numerosos y a partir de ello han surgido interesantes
teorías. Antes de comentarlas, hay que mencionar que este mismo aire de
misterio rodeó a la personalidad de Giorgione. No se conserva ninguna obra
fechada o firmada por este autor. La dificultad de encontrar referencias suyas
se acentúa por el hecho de que, tras acontecer su muerte, varias de sus
pinturas fueron finalizadas por sus alumnos, uno de ellos el célebre Tiziano.
Giorgione es el artista más representativo de la escuela
veneciana, por sus sueltas y tenues pinceladas y su particular tratamiento del
color. Sus paisajes fueron admirados y evocados durante siglos. Un atento
estudioso de las obras de Giorgione fue el pintor francés Nicolas Poussin.
Acertijo hermenéutico
Para algunos, La tempestad es una representación
de Mercurio e Isis, para otros, una escena del mito de Paris y Enone,
interpretada en clave bucólica, o bien, una evocación de Adán y Eva con su
vástago Caín. El rayo a lo lejos, sería Dios arrojándoles del Paraíso. Ciertos
especialistas ven en esta obra una ilustración del mito de Démeter y Jasón, en
especial por la aparición en la obra de una grulla, la cual era el símbolo por
antonomasia de la diosa Démeter.
Aquí proponemos simplemente la posibilidad de que, La
tempestad, tenga su sentido más valioso en una permanente
apertura hermenéutica, es decir, como un catalizador de lecturas diversas,
capaces de enriquecer tanto a la obra como a sus contempladores.
El juego de ser
Esta voluntad gestadora de perspectivas parece adecuarse a
la estructura representativa del cuadro. El soldado sonríe como quien
propusiera un acertijo y su mirada señala a la mujer desnuda. Este personaje,
por su parte, al momento que amamanta a su pequeño, observa al espectador de la
obra, quien tiene de frente el manantial que conduce, como un camino
iniciático, hacia la ciudad, y allende sus blancos muros, el cielo quebrado por
la tormenta furiosa. Por lo tanto, este juego de trayectorias se resuelve en
una vinculación entre la tormenta y el contemplador de la obra.
Parecería que Giorgione manifestara, de manera lúdica y críptica, una
revelación: el nexo que tienen las fuerzas inconmensurables de la realidad (la
tormenta) y quien deriva de ellas el mundo (el espectador, el dador de
sentido), en sus elementos más básicos (la diada hombre-mujer; lo instituido,
en la figura del soldado; la maternidad, forjadora de sociedades, y la
desnudez, símbolo de vida y fertilidad). Un cosmos en laberinto, que
precisa ser resuelto, ser interpretado, para serlo todo.
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