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miércoles, 21 de marzo de 2012

Andrew Wyeth: "El mundo de Christina"

En una obra memorable, de gran carga emotiva, el pintor estadounidense Andrew Wyeth nos expresa la máxima vivencia de aislamiento y soledad.


El artista estadounidense Andrew Wyeth (1917-2009) fue el integrante más joven de una familia de cinco hijos, todos ellos capacitados notablemente para el arte. Newell Convers Wyeth (1882-1945), su padre, reconocido ilustrador, les proporcionó una intensa preparación estética. Dos de los hermanos de Andrew Wyeth llegaron a ser destacados creativos así como también su propio vástago, James.

Evolución artística

En los comienzos de su trayectoria, Wyeth sobresalió por sus acuarelas de estilo impresionista. Su estilo, al madurar, se caracterizó su realismo, belleza y una exactitud casi fotográfica. Wyeth dedicó medio siglo a pintar interiores y paisajes de un pronunciado realismo y capaces de comunicar una fuerte carga emotiva. No obstante, en muchas de las mejores pinturas de Wyeth se advierten elementos simbólicos y son proclives a profundas lecturas. Precisamente ese es el caso de su obra maestra, “El mundo de Christina”, para la cual colaboró como modelo su esposa, Betsy Merle James. Esta composición fascinante exhibe el enorme talento de Wyeth, sin duda uno de los pintores estadounidenses más importantes del siglo XX.

Soledad, lucidez y vacío

En un desolado paraje, una joven yace postrada en la yerba y contempla a lo lejos una solitaria granja, inmersa en la soledad del ambiente rural. Dos pensamientos del pensador E M Cioran nos ayudan a comprender el hondo sentido de “El mundo de Christina”. El primero reflexiona acerca de que la lucidez es el único vicio que hace al ser humano completamente libre, sí, pero libre en un desierto sin escape. Justo esa circunstancia paradójica y trágica es la que transmite esta obra: la protagonista parece hallarse en medio de una gran tensión y derivado de ello, tomar conciencia, súbitamente, de que su mundo, su pequeña y constreñidora cotidianidad- la granja sombría- no son la realidad verdadera, sino el horizonte vacío, el cual es más angustiante aún, por lo inconmensurable y lejano que se muestra.

La sabiduría del desengaño

La protagonista de la obra bien puede haberse desengañado amargamente de su circunstancia de vida. En cierto modo- la propia proyección de la escena por parte de Wyeth lo sugiere- parece arrojada –literalmente- a esa angustiante realidad, ese destino de aislamiento inextricable.

Sin embargo, “El mundo de Christina” de Wyeth también puede dejar paso a la esperanza. El segundo pensamiento de Cioran que destacamos expresa que, el hecho de que la existencia carezca de sentido es, a su manera, una razón para vivir, de hecho, la única en realidad. Y es que, la lucidez, aun siendo rotunda y dolorosa, no deja de ser una forma de sabiduría, y por lo tanto, de autonomía y libertad. Y eso tan solo, puede serlo todo.


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