La realización una obra de arte, independientemente de su calidad, tiene su propio tiempo. Es una temporalidad ajena a relojes y medidas externas, puesto que implica, más bien, una vivencia interior en donde el momento, en el materializar de ideas e intuiciones, se despliega hacia la infinitud. Por ello, cuando alguien observa a un artista trabajar, obtendría una experiencia totalmente distinta de la del propio creador: el contemplador captaría una secuencia uniforme y lógica, siguiendo las distintas etapas de un procedimiento hasta la obtención de un producto: la obra de arte. El creativo, en contraste, va forjando su ser, en cada adelanto de su obra: se juega el yo completo en ella, en una experiencia atemporal y reveladora. Acaso en este video en time-lapse, de un artista elaborando un atractivo dibujo, se pueda dimensionar lo asombroso que resulta toda forma de creación estética (por muy humilde que sea): en última instancia se trata de un prodigioso crisol de realidad, en donde todo puede surgir, con una sola inspiración. El artista captado es Scott Mar.
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